Siempre hay un pequeño vacío. Un agujero, un hueco, un punto ciego, una oscuridad que se centra en aquellas situaciones en las que, sin entenderlo del todo, nos han cambiado la vida. Siempre hay un pequeño vacío, decía, que intentamos llenar con palabras, con reflexiones, con seguir la vida sin poder disfrutarla del todo, como si algo faltara. Y seguimos con la vida, poco a poco, sin saber muy bien el por qué o intuyéndolo, pero no pudiéndole poner las palabras precisas, las necesarias para que ese vacío, ese agujero, ese hueco, ese punto ciego, se complete dándonos las respuestas que pueden cambiarlo absolutamente todo. ¿Cómo se llena eso? ¿Cómo es posible que algo que nos cambia la vida para siempre no tenga una sola explicación? Siempre hay un pequeño vacío en esas situaciones que, son los otros, los que nos miran de lejos, los que se cruzan, completan mientras el puzzle se queda con una pieza suelta que no sabemos dónde colocar. “Rewind” es la forma de explicarnos a nosotros mismos que, aquello que nos transforma la vida, no sólo no nos describe sino que, además, nos convierte en pequeños huecos que no encontrarán las respuestas que necesitamos. Me temo que nunca.
Una explosión sin explicación se produce en un edificio de Lyon. En uno de los pisos, ahora destruido, vive un grupo de estudiantes que esa noche celebraban una fiesta. Y lo que parecía toda una vida por delante se convierte, de repente, en un instante sobre el que buscar explicaciones, culpas, miedos y significados que quizás no lo tengan. Será a través de la mirada de otros como entendamos qué es lo que sucedió.
La historia de la lectura de Rewind viene con la compra del libro en el momento en el que salió. Esto es, febrero de 2020. Por causas de la vida, no lo leí hasta que el confinamiento dejó de ser obligatorio y la vida volvió, si es que puede decirse así, a ser un poco lo de siempre. Alejándome, o intentándolo al menos, de hacer paralelismos entre lo que sucede en el libro y lo que ha sucedido en la vida real – una situación que golpea y cambia por completo lo que nos rodea – creo que lo que hace Juan Tallón a la perfección es describir una ausencia, lo que falta, lo que no consigue enraizarse, lo que intuimos pero olvidamos, lo que hemos perdido, creando un mapa de los tesoros estropeados. Conseguimos llegar al cofre donde se encuentra la respuesta, pero lo que encontraremos hubiera sido mejor que no lo descubriéramos. Creo que ahí radica lo bueno de este libro. Que aunque sabemos que lo que estamos encontrando no deja de ser vidas cortadas por un momento, que aunque la ficción se parezca a la realidad tanto que nos convierta en espectadores de un drama interno, no podemos dejar que la lectura termine. Y Juan consigue unir todas las piezas de una manera que parece fácil, pero que en realidad no lo es.
“De repente, después de no haber creído nunca en él, yo estaba en el infierno” (pag. 45)
Creo que, de las últimas lecturas, “Rewind” es una de las que más sensación satisfactoria me ha dejado. Es la primera vez que me acerco a Juan Tallón en novela y la construcción de los personajes me ha parecido increíble; la creación de un contexto que haga que todo lo que sucede tenga sentido con la historia es de aplaudir; la descripción de una época, de una edad, de las diferencias entre los protagonistas ha convertido la lectura en un gran descubrimiento y, quizás, en ese momento de aspecto “negativo” que suelo encontrar, uno de los capítulos sea el que me ha sacado más de la novela por alejarse un poco del foco y ver todo con la perspectiva de alguien que, a pesar de ser testigo directo – una enfermera – lo cuenta desde una posición de desapego y lejanía y yo necesitaba lo contrario.
Leer a Juan Tallón me recuerda a esos veranos, pasados los años, en los que nos contamos las historias y nos damos cuenta que aquello que recordábamos no sucedió tal y como lo contamos. La memoria es, en cierta forma, ausencia. Porque no contamos la verdad. Lo que hacemos es llenar el hueco que nos dejan los recuerdos. Algo así me sucede al terminar “Rewind”. Tener la sensación de recordar algo que no me ha sucedido y que, sin embargo, he podido vivir de primera mano.