Seguro que os pasa como a mí, es suficiente con ver la portada de Mary, que escribió Frankenstein para caer rendido a sus pies. Da igual lo que haya dentro, la predisposición de los amantes de un libro bello y cuidado es más que suficiente para quererlo y tener la certeza que merece la pena. La calidad editorial ayuda, haberse enamorado de Los Liszt lo hace incondicional.
Con este punto de partida tomo el libro lentamente para no perderme ni un detalle de este cuento infantil creado para el disfrute de los adultos. Estoy segura que tando Bailey como Sardà vieron la conexión que generaba esta historia entre adultos y pequeños. Qué apasionado lector no se interesaría por la «madre» de Frankenstein narrada desde una mira sencilla y fantástica; qué niño no caería rendido a un cuento de madrastra y monstruos imaginarios que cobran vida. Ese vínculo intergeneracional hace que esta obra sea un imprescindible en cualquier casa con alma.
Mary, que escribió Frankenstein es un cuento infantil por encima de todo. La narrativa de la canadiense Linda Bailey es sencilla, envuelta de palabras dulces y claras, es un cuento que tiene por protagonista a una niña huérfana de madre que la echa mucho de menos, que aprende a leer sobre su lápida y con una madrastra con la que no quiere estar. Se escapa muy jovencita de casa, sus amigos son presentados como su verdadera familia (su hermanastra, su pareja y otros amigos ilustres como el propio Lord Byron). La trama de este cuento, que en realidad es la biografía de Mary Shelley adaptada para los más pequeños, está en la noche en que todos reunidos en la casa de Lord Byron éste propone un juego: que cada uno de ellos invente una historia de miedo en los días que estarán allí reunidos. Mientras algunos desisten, Mary engendrará no sólo a Frankenstein, sino a todo un género literario que persistirá seguro hasta el final de los tiempos. El cuento habla de este nacimiento envuelto en la casualidad, en una mente de joven inquieta y en los juegos entre amigos. Una realidad adornada de la magia pueril que a todos encanta.
Junto a la delicada prosa de Bailey he dejado para el final lo que para mí hace de este cuento una verdadera joya, las ilustraciones de Júlia Sardà. La conocí hace unos meses con el original libro de Los Liszt de Kyo Maclear y desde luego sus dibujos tienen un sello muy personal. Ideal para Mary, que escribió Frankenstein, diría que hacen la pareja perfecta. Ilustraciones oscuras cercanas a los gótico, caras angulosas y paisajes de cielos y edificios un tanto siniestros sin llegar al realismo que pueda causar miedo a los más pequeños. Diría que es una oscuridad infantil, un trazo sencillo fácil de interpretar, pero con mucho que contar en sus 56 páginas. Desde luego a mí me atrae como la miel a los osos.
Mary Shelley con tan solo dieciocho años escribió una de las grandes obras de la literatura, que siga siendo fuente de inspiración para artistas de todos los tiempos dice mucho del logro que consiguió. Si además los tataranietos de aquella criatura son tratados con esta dedicación en ediciones maravillosas como la de Impedimenta (y para todos los públicos) sólo puede tener de mí elogios y buenas recomendaciones. Disfrutadla, por favor.