Cuántas ganas le tenía y qué corto se me ha hecho. Lo sé, voy más que tarde con esta obra de Margaret Atwood considerada practicamente de culto. Eran de esos libros que sabía que disfrutaría y por ello he esperado el momento oportuno: vacaciones. Una tumbona, el fresco del atardecer y silencio. Me he empapado hasta el último punto de El cuento de la criada y todo lo que encierra más allá de la propia historia. Si hay alguien sobre la faz de la tierra que aún lo haya leído que se prepare, sobre todo si es mujer. Es inevitable cierto temor a lo que podría ser aunque no sea, a las semejanzas con ciertas culturas actuales, a que este libro fue escrito en los años ochenta y parece recién nacido, está vivo y con ganas de crecer. Si lo pienso bien parece cosa de magia, proyecta sensaciones hacia un futuro descabellado que según a qué alrededor miremos, tampoco lo es tanto.
Estados Unidos se ha transformado en un estado republicano basado en la palabra de Dios interpretada al extremo. Una teocracia donde las mujeres pierden cualquier tipo de derecho y la sociedad adquiere una nueva estructura jerárquica. El patriarcado impera sobre el destino y el cuerpo de la mujer. La nueva república se llama Gilead y la mujer que hace de voz para contarnos el funcionamiento de esta apabullante sociedad es Defred, nombre que tampoco es el suyo, ni siquiera a ello tienen derecho. Es un compuesto para saber a qué hombre pertenece: DE- FRED.
En la cúspide política están los Comandantes. Cada uno de ellos tiene a sus Esposa (rango mayor ostentado por una mujer), también tienen a sus Marthas, las sirvientas de la casa y ahora viene lo más espeluznante, Las Criadas. Son mujeres en edad fértil que sirven como envoltorio para engendrar y parir a los hijos del Comandante y la Esposa. Puro continente de procreación y garantía de sus propias vidas si aseguran la descendecia a ellos, ya que si no consiguen el anhelado bebé (por supuesto siempre por culpa de ellas) dejan de ser Criadas y pasan a lugares que no seré yo quién os lo cuente. La Criadas van con un característico hábito rojo que deje más patente el claro secuestro sexual, eso sí, cuidadas por las Marthas como única esperanza de continuidad. Pues a esta categoría pertenece nuestra Defred que irá relatando en una suerte de reflexiones las circunstancias por las que pasa, con continuos recuerdos del pasado y los cambios producidos desde la implantación de Gileard, todo lo que se perdió en el camino y aunque no pueda permitirse sufrir ni pensar en ello, es imposible dejar de revivir por completo aquella otra vida. El ser humano y sus horrores, también el amor que ni todo el totalitarismo del mundo es capaz de destruir.
Sin duda es una lectura tensa y abrumadora, no he dejado de sentir un miedo invasivo ni un solo momento de lectura, incluso ahora que os lo escribo me sigue impactando según lo recuerdo.
En El cuento de la criada luce de forma muy directa el despojo del individualismo, de la propia conciencia a través del adoctrinamiento y como no, sobrevivir. Todo es frío, o casi todo, hay cosas imposibles de enfriar, como la lucha por no caer en el horror de la propia vida.
Me hubiese gustado que durara más, saber más sobre Gilead y su estructura, su cultura y sociedad; sobre el futuro de sus mujeres y sobre todo de Defred. Esta historia da para mucho, no voy a entrar en la bandera feminista que en casi todos sitios vemos unida a la novela, juzguen ustedes y reflexionen, aunque podría haber dado para mucho más y esa es mi única pega a un libro que debería ser obligatorio leer desde bien temprano , igual así podríamos entrar en las conciencias de los encargados y encargadas del futuro. Si alguien aún no se decide, seguro que encuentran su momento, que no lo deje pasar porque merece mucho la pena.