Todos nos equivocamos. Cometemos errores, metemos la pata, decimos cosas de las que después nos arrepentimos, pero en ese ir y venir de fallos se van pasando los días y, qué queréis, a mí me vale. No somos perfectos, pero la vida tampoco lo es. Ella, la vida, se ríe de nosotros, primero con una sonrisa casi imperceptible, para poco después, soltar la carcajada mayor del reino. Lo mejor es aceptarlo: somos un pequeño desastre lleno de momentos de acierto. Y sí, lo aceptamos. Pero después viene algo que nos cambia el ritmo, y volvemos a empezar ese bucle infinito de creernos más desastre de lo que somos, de vivir situaciones absurdas que tocan a veces el surrealismo, y volvemos a aceptarlo, a seguir con nuestra vida y a reírnos, de nuevo, de nosotros mismos. Sobre esa risa, la propia, la consciente, la que tiene como mensaje la frase “sí, soy un desastre, ¿y qué?” es sobre lo que trata Hoy todo será distinto. Y sí, no es una novela perfecta, pero es una buena historia para todos aquellos que buscamos disfrutar. Y sí, también, creo que la propia novela sabe cuáles son sus errores, sus aciertos, y se ríe de todos ellos, sin pudor ninguno, presentando a una protagonista que puede ser cualquiera de nosotros. Pero empecemos por lo que nos cuenta.
Eleanor es un desastre. Ella lo sabe. Pero hoy ha decidido que va a ser distinto. Hará todo aquello que no es capaz de hacer los demás días, y será diferente, como si fuera otra. Pero el día a día se empeña en fastidiar sus planes. Su hijo se hace el enfermo, su marido ha dicho en el trabajo que se va de vacaciones – pero no se lo ha dicho a ella – y un antiguo compañero de trabajo saca a la luz un drama familiar que parecía olvidado. ¿Para qué iba a ir todo bien si puede salir peor?
La novela de Maria Semple me ha gustado. Se agradece que, en ciertos momentos, aparezcan novelas que, con un humor que a veces no nos es del todo cercano – algunas situaciones creo que se entienden mejor en el idioma y el contexto original de la novela – consigue que la sonrisa se escape en algunos instantes. Porque Hoy todo será distinto trata sobre todo de eso mismo: el humor. De ese tipo de incorrecciones que sólo en el humor pueden darse con naturalidad y que, cercanas a momentos surrealistas, contribuyen a que un argumento se quede en la memoria o termine por olvidarse entre tantas otras novelas que se publican. En ese sentido, una especial mención a Miguel Marqués por la traducción, ya que sin su buen hacer sería imposible que disfrutáramos tanto de la novela. Porque aunque lo que nos proponga este libro no sea algo novedoso, no sea lo más original del mundo, sí que creo que conecta de alguna forma con todo tipo de lector que pretenda, tan sencillo y difícil al mismo tiempo, disfrutar de una lectura.
Se agradece, también, que la autora no tenga ningún reparo a la hora de usar el humor con cualquier tema – mención especial a su última parte, donde la religión es un protagonista más de la novela – y consiga salir bien parada. El humor, más todavía en una tragicomedia como lo es Hoy todo será distinto, es un vehículo que, en los últimos tiempos, se ha convertido casi en una granada de mano a punto de explotar. No hay más que echar un vistazo a la realidad para ver que pocas bromas pueden hacerse, que la burla a uno mismo cada vez se entiende menos, y que la línea que separa el humor de la ofensa cada vez es más fina y presta a querer romperse. Pero, y lo digo con convicción, creo que lo que ha escrito Maria Semple merece una oportunidad. Y vuelvo a repetirlo: la propia novela es consciente de sus errores (por ejemplo, algunas escenas se alargan demasiado sin necesidad; algunos personajes están un poco desdibujados) pero aun así sabe atravesar esos pequeños fallos para proponernos una historia con la que te ríes, con la que disfrutas y con la que su protagonista puede convertirse en uno de esos personajes que uno se llevaría a casa para decirle a los nuestros: “¿veis? Hay alguien más desastre que yo en el mundo”.
Todos nos equivocamos. Desde que empieza el día hasta que se termina. Lo más importante es aceptarlo, seguir con nuestra vida, y tomar el humor como un compañero de batallas. Porque mirad, bastante mierda hay ya en el mundo, en las redes sociales, mientras cruzamos por la acera, como para centrarnos simplemente en lo que nos hunde.